Una mujer con un vestido de estrellas, de fondo azul y violeta profundo. Su pelo, una llama fucsia que envuelve su cabeza. Unos ojos negros profundos reflejan su sabiduría universal.
Mientras camina, un aura de polvo de estrellas la acompaña. Tiene el poder de la telepatía, y usa sus saberes para conseguir el equilibrio. A donde va, la acompañan la luz y la oscuridad. Es sabia y poderosa, pero también dulce y traviesa, desafiante y segura.
Su propósito es llevar la luz donde hay oscuridad, y aportar oscuridad cuando la luz enceguece. Su poder está guiado por los elementos del universo: el fuego, el agua, la tierra y el aire, mientras que los signos y planetas son sus aliados y compañeros.
Viene de un planeta en donde no existe el tiempo, donde hay un solo clan, una sola familia, una tribu que está al servicio de los demás, conectados con sus propias individualidades y deseos. Es una mujer solitaria, pero conectada con todo lo que la rodea. Lleva consigo las enseñanzas de su clan, y se afirma en su propia individualidad para ser distinta a todo y a todos. En su vestido lleva destellos de diferentes colores, representando a cada uno de los integrantes del clan, en señal de respeto y aceptación de su origen.
Un día, mientras viajaba por los diferentes universos y tiempos llegó a un planeta desierto. No sabía bien que la había llevado hasta allí, simplemente siguió su instinto y confió en la profunda certeza que latía dentro suyo. Allí era donde debía estar, en ese tiempo y lugar.
Al entrar en contacto con el suelo, notó el calor del sol y la sequedad del aire. Lo áspero de los granos de arena levantados por el soplar del viento, que le rosaban la piel de las piernas. Comenzó a caminar sin rumbo, mirando a lo lejos la soledad del desierto, en sus tonos naranjas y rojos contrastando con la profundidad de los azules y morados de su vestido. Esperaba que algo la sorprenda mientras caminaba la incertidumbre de ese lugar, sabía que algo importante estaba por ocurrir.
Caminó por horas que parecieron una eternidad, y cuanto más tiempo pasaba, comenzaba a recordar las palabras de su clan “no sirve ir allí, no hay nada que hacer, es un planeta abandonado”, y sobre todo recordó las de su padre “no hay nada por hacer en ese lugar, no pierdas tu tiempo en causas inútiles”.
Más tiempo pasaba y más dudaba de sí misma y de su propósito. Tenía una certeza, y había tomado una decisión, pero si nada pasaba era porque seguramente estaba equivocada, y debía regresar a su aldea reconociendo su error. Pensó por momentos que su padre tenía razón, la avergonzaba creer que se había equivocado por creer en sí misma, y que la confianza ciega que se tenía junto con su intuición, no eran más que otro desacierto, una falsa ilusión.
Cuando por fin iba a aceptar su equivocación, el error que había cometido por creer en ella misma, comenzó a llorar. Las lágrimas borraron su visión y su paso se detuvo a causa de las mismas. Mientras estaba ahí, quieta, dejando que las lágrimas recorran su rostro y caigan al suelo arenoso, bajó la mirada en señal de resignación. Fue en ese momento en el que vio como sus lagrimas rebotaban en un elemento en la arena, lo iban lavando, quitándole el polvo y dejando ver un brillo extraordinario.
Se agachó para levantarlo, lo agarró y sacudió la arena. Era como una piedra o una parte de algún material que jamás había visto en su vida, pero era tan intenso su brillo que no podía ver su forma ni su color. Pensó unos minutos, hasta que decidió usar sus poderes.
Frotó sus manos para crear una esfera de vacío y oscuridad, y se metió allí cargando el elemento en sus manos. Una vez adentro de la esfera, el elemento seguía brillando, pero cuando comenzó a integrar y absorber un poco de esa oscuridad, apareció en él una leyenda que decía,
"NO HAY NADA EN EL UNIVERSO APARTE DE MÍ"
Fue en ese momento en el que volvió a creer en sí misma para siempre.